17 diciembre 1997

El trabajo, la reivindicación. El derecho constitucional

Obra de Anson Ripa

Días atrás, viendo a Aznar sonriente tras la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea en Luxemburgo, tras haber votado contra los planes de la Unión para promover programas de creación de empleo y lucha contra el desempleo para los países que le componen, primero no salía de mi asombro, este gobierno, que detenta el mayor porcentaje de trabajadores en paro de la Unión -del 16% hablan-, y me preguntaba ¿este majadero, este sandio, de qué se ríe. De qué se ufana?

A renglón seguido me decía ¡qué mal! lo estamos haciendo la izquierda para que tanta mediocridad y estupidez disponga del Gobierno de España, y otros, y pueda, pretenda rasurar a su imagen al conjunto de la ciudadanía, más, cuando junta la izquierda representa, es depositaria de la mayoría del voto de la ciudadanía de este país. Sí, ¡qué mal lo estamos haciendo!

Y me acordé de la Constitución y sus determinaciones obligatorias, y de las lecturas zafias que de ella se hacen, y de las tragedias colectivas y personales que de ello se derivan. Y clamé de que ya era hora de exigir su exacta plasmación, su cabal ejecutoria y me dije: ¡no seré un iluso! ¿dónde está la ciudadanía que lo imponga?

Y me vino entonces de la memoria los días aquellos de abril y mayo de 1975 cuando se produjo la primera acción reivindicativa de envergadura contra el paro obrero y sus secuelas que en muchos barrios de Granada, y muchas otras ciudades -informes de Caritas, HOAC y otros colectivos de aquel momento cantan-, haciendo el Encierro de la Curia, contrasentido todo él pues pretendíamos hacer del sindicato vertical, es decir fascista, un sindicato de clase, obrero, reivindicativo, con un programa que por claro era utópico, que por simple sobrehumano; demandar el trabajo que desde el régimen se nos prometía y plasmar gráficamente nuestra reivindicación transcribiendo el párrafo aquel del “Fuero de los Españoles”, aquello que Manuel Fraga Iribarne a la sazón ministro de Franco, decía era la “constitución” del régimen franquista y cuyo texto peroraba: “Todo español tiene derecho a un puesto de trabajo. El Estado”... bla, bla, bla...

Claro, la consecuencia de aquella falacia fue la cárcel para cientos de obreros y demócratas; la traición, una vez más por jerarcas católicos, esos tan caros al “ínclito” Andrés Ollero, al conjunto de los trabajadores a través de los encerrados. Emilio Benaven Escuín, Arzobispo de Granada y a la sazón Vicario General Castrense, que había prometido “con voz transida, dulce y sinuosa”, impedir el allanamiento del Palacio Arzobispal, su casa, y de la Curia, sede de gobierno de su confesión religiosa en Granada, por la policía política del régimen. Mas, vanas promesas, no necesitó ni tan siquiera tres veces el canto del gallo para desdecirse y mostrar su desvergüenza y permitir la entrada de la policía en tan santos lugares en busca de aquellos profanadores, los obreros, que demandábamos el trabajo al que teníamos derecho. Claro no fue allanamiento, les dejó entrar. Él mismo les abrió las puertas.

También ocurrió que aquella acción fue motor de la primera manifestación multitudinaria del Primero de Mayo en Granada, ¡cómo se oían los cantos, las demandas democráticas de aquellos ciudadanos en la manifestación por la Gran Vía!, y ello en un clima de unidad de las fuerzas políticas democráticas con fundamento en las de izquierda, también que se concretara la plataforma por la democracia y la amnistía y que se recuperara el pulso de las organizaciones reivindicativas de los trabajadores en un clima de cierta influencia en el ámbito social y laboral. Que se promovieran campañas de atención social y que se iniciara el camino moderno de la solidaridad social democrática en alivio de las situaciones familiares y personales más sangrantes. Empezó a ser realidad la extensión del sistema de protección al desempleo “el paro”, pues no crean, no siempre existió, costó mucho esfuerzo conseguirle, mucho sufrimiento obrero. No. No fue un “gracioso” regalo.

Y se me vino a las mientes una reflexión. Me dije: ¡cómo este azno no va a reírse si ha defendido perfectamente los intereses de sus amos, los empresarios, pues a saber sino que el trabajo es una componente del valor de la mercancía al que se le adjudica un precio que va a componer con otros -locales, máquinas, costos financieros, distribución, publicidad, etc.- el valor final de los productos que se nos hace consumir, con una cualidad añadida al trabajo y es que con ciertas condiciones: inseguridad en el empleo, relativismo funcional, fustigación laboral, esquirolarismo, instrumentalización de las migraciones, etc., se le puede explotar aún más de lo que el moderno sistema productivo con sus relaciones regladas es capaz, todo ello, elementos incidentes sobre unos trabajadores demandantes de unas condiciones de dignidad que a las empresas no interesan pues, de cumplir las mismas, “su beneficio merma”. Y es ahí donde está el problema, la estafa, y es de la que, cuando hablamos de desempleo, de lo que estamos hablando es del beneficio, de la plusvalía, es de que por cada nuevo trabajador más en este estado, más engrosa la cuenta corriente del especulador por el arbitrismo a su favor de los mecanismos de control de las relaciones laborales. ¿O no sabemos todos de esa “ineficacia” de la inspección de trabajo que posibilita al empresario antes de sus visitas “limpiar” a los centros de trabajo o empresa de los no afiliados a la seguridad social, que cubran en lo posible sus “vergüenzas” en seguridad e higiene y tantos otros casos y elementos de su obligación legal. Por eso no hay solución al desempleo, porque es instrumento de presión al conjunto de los trabajadores e instrumento de contención permanente de los salarios y componentes sociales de las relaciones laborales, de mecanismo para aumentar el beneficio empresarial. Por eso Aznar se reía, por eso decía que había cumplido con su cometido. Él es representante del peor capitalismo de Europa, del que sufrimos. Así que les importa un comino los trabajares en paro o no, salvo si eso les permite su mayor explotación.

Una imagen al final en estos días gratificante, las colas de ciudadanos tomando posesión del Congreso de los Diputados, en los días de puertas abiertas con motivo del 19 Aniversario de la Constitución. Lo mismo lo que estaban diciendo, exigiendo, es que se cumpla el mandato constitucional, aquello del artículo 35.- El trabajo, derecho y deber, apartado 1º que dice: Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de su profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda haber discriminación por razón de sexo. De conseguirlo ahora sería un inmenso gozo democrático. En nuestro país se estaría haciendo justicia.