15 abril 2001

La antipolítica

Obra de Antonio Saura

Está en los medios de comunicación de forma permanente la controversia sobre el valor y crédito de la política. Y ello, si sólo fuese por la necesidad de chequear la salud de la democracia, con mayúsculas, o del sistema político en nuestro país, no estaría mal, es justo, siempre es justo, más, necesario debatir. El problema es otro, pues, la insistencia en porfiar sobre la utilización privativa que se hace de la política sin tomar a renglón seguido las medidas que según las conclusiones que se extraen corresponderían, lo que viene a demostrar es que es un debate falso, amañado, interesado para fines no siempre confesables.

Así se habla de todo y de todos con afirmaciones que rozan la aplicación severa de la ley y también la villanía. Y no se demuestra nada; para qué, si el motivo de desvirtuar es quizás lo que se busca. Es decir manchar, desprestigiar, desfigurar. Para ello se afirma que hay casos de corrupción... que cuando el río suena... que los políticos sólo buscan el provecho propio. Siempre hay una razón, cualquier razón para aventurar estas afirmaciones y sobre cualquiera; mejor dicho, sobre cualquiera no, sólo sobre aquellos que no son dóciles, que no aceptan las reglas de juego del jefe de turno. Cualquier argumento entonces es útil para intoxicar; todo ello, eso sí, desde la distancia más exquisita, desde la más incólume e inmaculada independencia, como si los medios fuesen inocentes, como si fuesen libres y no vinculados a intereses económicos y de poder. Luego la vida demuestra que la mayoría de tales diatribas son falsas, que no es verdad que en esas gentes haya distancia de las cosas. Que hay conexión de las circunstancias.

Es curioso ver los medios llenos de llamadas noticias en torno de personajes, que como en el timo de la estampita, están conchabados con los corruptores o son sicarios para romper el sistema, para tratar de corromper a los incorruptibles o a los adversarios. A la vez que, de inmediato al escándalo producido, ver sean tapados tales acontecimientos, de los que de pronto el conciliábulo de tertulianos no se acuerdan. A la vez ver la insistencia en pringar de acusaciones y dudas de corrupción a los honestos. Es curioso como se amaña en falsa la realidad y se bascula a que siempre somos los demás los malos, los incompetentes, los aprovechados. Todo esto dándose con la activa negación del verdadero debate, del contraste de propuestas o experiencias para definir un verdadero pensamiento y proyecto político democrático. Y no, la reflexión que hacemos no excusa los problemas que existen. No. Cómo va a excusarlos, si lo que pretende es contextuarlizarlos y denunciarlos para buscar su superación y tratar de definir lo esencialmente justo. Y es verdad que existe una corriente en la política que pretende hacerse desde la indiferenciación, que se pretende global y no parte, que niega llevar la contraria porque eso quita votos, o porque aquí estamos para solucionar, dicen, indiferenciadamente, como si unos sí y otros no. Como si fuese posible dar el mismo tratamiento a todo y a todo el mundo la razón o lo que pide. Cual si la razón se pudiese estirar como el chicle o fuese posible solucionar o conciliar todos los problemas e intereses, uno a uno y a cada uno. Mayor falacia no se ha visto.

Y esa es la posición en el hacer de algunos políticos. Actitud a aclarar sobre todo para los políticos de la izquierda porque es el tuétano de todo lo por hacer. Para el resto, por salud democrática. Porque si aceptamos, sin más, esa forma de hacer política, como un marco sin límites donde la referencia ética y la guía de gobierno, nos lleva a renunciar a la filosofía de vida e historia que nos es dado referenciar por las resoluciones partidarias que siguen hablando de izquierdas, de cambio de sociedad a mejor, etc., porque no se puede aceptar por ser justos con los distintos intereses sociales que electoralmente representamos. También porque es muy burdo el arbitrismo que se establece para obtener algo, sea justo, posible o no; para dar satisfacciones sólo porque más se insiste, porque más miserablemente se expresa una demanda, o porque se es el más poderoso y no se le quiere incordiar o contrarrestar. Todo vale, todo se justifica y es justificable para esa forma de hacer política. Así estamos inmersos en tantos casos, aquí sí, de indiferenciación con los políticos de cualquier otra opción e intereses por distintos que sean, lo que justifica lo no justo. La pregunta que habría que hacerse entonces es la de: para qué servimos. Por qué nos llamamos de políticos de izquierdas.

Yo creo que hay a veces demasiada laxitud en las acciones de gobierno, actitudes que yo llamaría clientelares, es decir, dar o permitir a alguien coger o disponer de lo público para beneficio innecesario o impropio. Hacer confundir los intereses de unos individuos determinados con el interés de todos. Que como fin de toda acción esté el propiciar una red de palmeros para hacer de frontón entre el interés legítimo y el interés ilegítimo.

Para mí que hay que virar estas actitudes hacia actos de gobierno de equidad y solidaridad. Y creo que sólo con la solidaridad no se necesita invocar las leyes o normas mas que cuando se tiene que luchar contra la insolidaridad y lo injusto. La solidaridad es un principio grato para lo humano. Debería ser el primer principio de la mejor forma de estado y gobierno. Contrariamente a lo que es común entender, la solidaridad, el reparto equitativo y justo para quien es del máximo interés es del que menos o nada tiene. De quien no es interés es del que más tiene o del que más aspira tener contra o sin importarle los demás.

Para concluir estas consideraciones, recordar como se definen desde la filosofía algunos conceptos que manejamos habitualmente: ESTADO (lat. res publica): El poder y la organización jurídica y coercitiva de una comunidad. Se llama también Estado a la misma comunidad nacional (España, Francia, etcétera) en cuanto regida y organizada por un solo poder supremo. RAZON (lat. ratio): Facultad distintiva del hombre (animal racional) que le permite llegar a la esencia o verdad de las cosas a partir de la intelección y por medios discursivos. Dícese también razón a la prueba o demostración de algo. POLITICA: Lo referente a la polis o ciudad. Arte de gobernar a los pueblos. Prudencia POLITICA: la que conviene al gobernante. PRUDENCIA: Virtud cardinal que rige a la razón manteniendo recto y libre de pasiones su juicio. Se divide en p. monástica (para el gobierno de uno mismo), económica (de la familia) y política (de la ciudad). PRIMADO: Lo que es primero, prima o tiene primacía en un orden de cosas. Por ejemplo: "primacía de la razón (o de la voluntad) sobre las facultades superiores. ETICA (lat. ethica): Parte de la filosofía que estudia el obrar humano en cuanto a las normas y fines que determinan su rectitud. Noción fundamental en la ética es el BIEN y la BONDAD como fin y cualidad del obrar humano. La concepción que se posea del bien o fin último humano determinará los distintos sistemas de ética. ESTETICA: Por este nombre se entiende hoy la ciencia de lo bello y del arte RESPONSABILIDAD: Propiedad de la vida moral por la cual el sujeto se siente causa u origen de su actuación moral (y de sus consecuencias) por cuanto es fruto de su libertad o libre albedrío.