05 noviembre 2002

Ruínas de la rutina

Obra de Luis Chichón Mateo

Escribo en la noche, aunque es de día, dice, acerca del tiempo histórico que vivimos, John Berger en su artículo ¿Dónde estamos?, recientemente publicado en el diario El País. Y me acompañan sus reflexiones, cuando a esto de escribir esto me pongo, y se me agolpan con esas palabras; radiografías de la insensatez del mundo, mil imágenes, mil sensaciones, las mil informaciones que minuto a minuto nos llegan, ideas, respuestas y opiniones, ajenas y cercanas, se me rehacen preocupación y opiniones compartidas de lo que aquí, en este espacio vengo número a número planteando y, que se podría resumir en no más la pregunta de si es posible una sociedad, una convivencia humana organizada y mantenida en el tiempo como sistema político y de valores universales y justos para todos.

Y es esta una pregunta que se ha venido secuenciando en los múltiples acercamientos a las variantes sociales, económicas, políticas, culturales, humanas, en las que toma cuerpo y se proyecta o niega. Y la conclusión racional no puede ser otra que una mirada crítica, una actitud no complaciente y dispuesta al debate y a la acción creativos y transformadores. Y ello, también, porque desde que le escuché he estado de acuerdo con Gabriel Celaya cuando para definir su actitud ante la vida resumió su pensamiento en los célebres versos que dicen: Maldigo la poesía concebida como un lujo, cultural por los neutrales, que lavándose las manos se desentiende y evaden, maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse. Perdónenseme las incorrecciones, al escribirlas cito de memoria; les pido hagan un pequeño ejercicio de transgresión y cambien poesía por vida.

Y desde luego que también parto de una premisa básica, que es la de romper los clichés, los tópicos, los prejuicios que nos rodean y que se nos lanzan para tratar de circunscribirnos/me a esos mismos prejuicios o clichés, tratando de anular las consecuencias prácticas de unas reflexiones que, evidentemente, no van en la dirección de lo que se ha dado en llamar pensamiento único, es decir, en la dirección de la aceptación acrítica de los postulados políticos, económicos, sociales de los poderosos parecidos razonables en un momento o que conforman actitudes cívicas y vitales en un tiempo a través de las permanentes campañas propagandísticas de adoctrinamiento conformista, apaciguador y desmovilizador de la gente, tan al uso de los gobiernos y los poderes poder realmente existentes. Las clases sociales háylas y yo sé a la que pertenezco y qué para ella quiero, cosas que con ella comparto y pretendo; claro está ello, que para hacer verdad real la cualidad de ciudadanía, de igualdad de derechos y de ser persona, no sólo en las declaraciones constitucionales, sino en la realidad permanente e inmediata de cada vicisitud de la vida.

Y viene al caso decir aquí y en contestación a la crítica recurrente que se nos hace a los que defendemos la duda como elemento articular para no errar más de lo necesario en las cuestiones que nos afectan o nos llaman a intervenir, y no por la crítica en sí misma, sino por el sentido crítico, cuestionador de lo personal, en que en una ocasión cercana se me hacía, de que soy una persona, de las pocas, se me dijo, que defienden postulados sociales, políticos y personales que ya no se llevan, que ya no estoy de moda. Consecuencia de ello, que lo que hay que ser es modernos, adaptables. Yo creo, que demasiadas veces se nos trata desde los ámbitos del prejuicio, lo que no resiste una mínima valoración objetiva, si nos atemos a entender, no confundir ser fanático con ser consecuente, como dijo Heinrich Böll en sus Opiniones de un payaso.

Y es justamente lo que con mayor o menor acierto trato de hacer en mis comportamientos, ir por derecho y combatir esa visión y propaganda que se nos inculca y que dice que no es posible la contestación, la respuesta alternativa ante las realidades que no nos gustan por injustas. Yo veo que hay cada vez más en todo el mundo, una mayor contestación a la guerra; algunos siempre está llamando a la guerra, eso sí, pero que la hagan los otros.

Hay cada vez más contestación al dicho de que si manda el mercado sólo es posible, por las coacciones terminantes que se hacen ya sean políticas o económicas, como voto natural el voto a gobiernos de derecha. Y digo que, por ejemplo, la contestación se produce en hechos como el producido hace unos días y que se ha convertido en un hecho verdaderamente histórico, el triunfo de un trabajador, de Luis Ignacio Lula da Silva en Brasil, en el cuarto país mas grande del mundo y que, además, se haya producido tal elección con la cantidad de votos mayor que jamás tuviera un presidente en ese país, llenando de luz y esperanza a todo el continente Latinoamericano. Todo esto, pues, nos dice que la voluntad, la conciencia movilizada, la acción humana consecuente consigo misma es lo fundamental para determinar la vida y las instituciones que la gobierna.

Se producen en este contexto otros fenómenos no menos importantes. Cuando se nos ha embarcado en una guerra que se dice global contra el terrorismo, se celebran elecciones en distintos países, en las que ganan por amplias mayorías partidos confecciónales, contra los que directa o indirectamente se enfoca la justificación de esa guerra. Ello claramente nos dice que la percepción que unos y otros tenemos de los fenómenos económicos, políticos, jurídicos y sociales que estamos viviendo son, cuando menos, claramente diferentes y que con las actitudes del llamado Occidente y las soluciones que se habilitan, amplísimas capas sociales y países se sienten agredidos y articulan respuestas de defensa en su defensa. Y si no fuese por otros muchos elementos, ello debe hacernos contemplarnos y contemplar a los demás de forma diferente. Tenemos que asumir verdaderamente que todos tenemos elementos que aportar para la convivencia democrática y la solución de los problemas y por hacer de todos realmente el escenario global que las políticas prepotentes y el sistema económico depredador en que vivimos nos imponen. Las soluciones o son globales y asumidas o los parches y políticas unilaterales se convierten en más problemas, agravios y agresividad sin solución, porque el problema no es que se acepten los derechos de unos, el problemas es aceptar los derechos de todos. Por eso hay que opinar y actuar, en ello está el reto.