30 noviembre 2005

La transición como mito

Obra de Francisco Valverde

Al escuchar estos días decir a los voceros del PP que la acción del gobierno actual está provocando la ruptura del pacto de la Transición, y otras cuantas lindezas, no se puede dejar de contestar, sobre todo porque la derecha vive en un espejismo que pretende perpetuar, según el cual, el no haber aplicado a los delincuentes políticos del fascismo la factura de justicia debida supone que adquirieron patente de corzo y que ello exige estar vedado cualquier ejercicio de análisis y cuantificación de los horrores producidos por lo que (han) representa(do)n. Pretenden que con aquel circunstancial cambio contra la dictadura quedó invalidada cualquier demanda de reparación por lo sufrido. Que se fijó la aceptación de su pretendido estar por encima de todo ser no embargado en su putrefacto submundo. Están así en el mito de la transición olvidadiza, igual que se aferraron a la imposición del espadón y la sotana en otros tiempos. Y ya está bien con los treinta años del beatífico mito de lo que llaman pacto de la transición. Ya está bien de las demandas de esos para los que nunca acabó el tiempo del nacionalcatólico y sus felonías.
Es hora de no callar contra la permanente provocación a la que están lanzados en pos de sus fanatismos y prebendas. También contra la cobardía que a tantos embarga y a los que inaltera la permanente agresión y revisión de la historia cual si no estuviéramos hablando de la terrible vida sufrida por millones de personas y las secuelas de vida presente de ello. Ya está bien con la hipocresía de los que se alborozan cuando instituciones del estado intervienen en la historia de otros pueblos si ello les vende en el circo mediático, pero se escandalizan hasta el arrebato cuando se trata de resolver las cuentas de la nuestra, de sus lacras y responsabilidades. Es claro que se ejemplifica en ello que se han heredado del franquismo más privilegios y condicionantes sociológicos de lo que se suponía. Quizás en eso está la clave de la frase de Rajoy en su atrabiliario mitin de hace unos días en la Puerta del Sol madrileña contra el gobierno y la modificación del estatuto catalán, cuando decía que “lo que quieren hoy es sacar más de lo que sacaron en el 78”. Y nada menos dicho esto que ante la sede de lo que fue dirección general de la seguridad de la dictadura desde donde se doblegó la vida de los españoles, donde se torturó a miles de ciudadanos y se asesinó a tantos por disentir del franquismo.

Tiene mal perder la derecha que nos ha tocado; siempre lo ha tenido, siempre ha respondido con la agresión aviesa cuando se le ha demandado contribución en la resolución de las deudas sociales y sus causas. Estos siempre están en la ventaja, siempre están en lo mío no me lo toques, lo que hace preguntarse sobre qué les importa la democracia. Y la respuesta es nada sino es para justificarse en sus trapicheos y prebendas. Y siguen en ello. Lo que venden, en la chulesca algarabía que escenifican, es la idea de que se ha aceptado porque sí el mito de la transición olvidadiza, que todos por igual somos responsables del devenir histórico. Que no hay ejecutores y sufrientes. Beneficiados y perjudicados; cuento con el que pretenden seguir en lo suyo. No hay más que oírles pregonar la falacia de que en realidad las clases pudrientes no hicieron nada contra el pueblo y su gobierno legítimo. Que el golpe de estado contra la República y la imposición de la dictadura fascista, origen de la presente travesía histórica, los promovieron los propios sectores populares y republicanos ¡No fastidia!

Y quieren pasar por cierta la fabulación. Y ya está, todos tan contentos y a callar. También como siempre. Pero España no ha nacido ni con la transición ni con el 18 de julio. España es el compendio de todas sus partes, desgracias y épocas históricas y, desde luego que en lo tocante a la aportación de las clases nos han tocado sufrir las peores castas usurpadoras de privilegios de todas las posibles. La generosidad, el esfuerzo, los innumerables sufrimientos y mutilaciones de vida de los sectores populares y progresistas jamás han sido correspondidos sino con la más agresión y desprecio por el clasismo rancio y patriotero.

Y así están de nuevo en la faena de la crispación y de la algarabía tratando de apabullar y amedrentar. Tratando de crispar por todos los medios a la sociedad e incitar una situación de tal dimensión que haga parecer que esa es la realidad, tratan de inducir una crisis institucional desde la cual eliminar cualquier posibilidad de gobierno distinto a lo suyo. Ya tuvimos ejemplo de esto en lo acaecido con la Comunidad de Madrid en la que habiendo ganado las elecciones partidos distintos al PP compraron a diputados aparentemente contrarios en el mejor estilo mafioso, todos los días aparecen nuevos datos sobre la manipulación, operación por la que se subvirtió lo que fue la voluntad primera de los madrileños de recuperar un gobierno distinto del PP en esa comunidad. No es la Aguirre presidenta por otra cosa ¡Y no da la coña ella! Y tan campante el mundo.

Y uno se pregunta cómo es posible que los adalides de la mentira y la insidia: Aznar y sus corifeos Rajoy, Acebes, Zaplana, Trillo, la Aguirre, el Arenas, etc., -escondido tenían lo denunciado estos días por la revista Interviú acerca de las refriegas de guerra y los muertos provocados por nuestras tropas en su estancia ilegal en Irak ordenada por ellos-, estén hoy en la prédica biliosa de lo que llaman ético, cuando con sólo enunciar el concepto lo mancillan, pues, no es verdad que son estos los que todos los días exigen entregar al país a las políticas del gobierno Bush, ese otro ejemplo de demócrata con sus guerras imperiales, sus cárceles secretas, sus secuestros de personas, mancillamientos y torturas. No son estos los que todos los días están demandando aceptar y mantener un concordato con el catolicismo que es anticostitucional y que nos cuesta miles de millones de euros al año, además del disfrute de todo tipo de prebendas sociales, económicas y culturales, incluso el veto que pretenden arrogarse para tantas cosas privadas que nos afectan. No son estos los que con el arrebatado furor del converso, recuerdan que no votaron a la Constitución, exigen no tocar en ninguna de sus partes, por superadas o lesivas que sean. Y parece que les fuera bien la cantinela de la tal sublimación a la vez que la subvierten en la práctica exigiendo el vaciamiento, por ejemplo, del valor de la escuela pública y que, lo que atañe a su religión sea materia de estudio obligado en las aulas y elemento curricular para todos cuando es sólo la expresión de una particularidad, por más que la revistan de arcaicos aliños y de oropeles fatuos. Ante ello hemos de preguntarnos por qué razón de interés constitucional y de patriotismo se ha de aceptar todo esto. Bueno, lo del dicho popular: cornudos y apaleados, es como se nos pretende.

Y no estoy abogando, claro está, por la falta de crítica a la acción de gobierno, de la anulación del ejercicio de otras propuestas políticas o filosóficas, ni de negarle el derecho a las minorías a ser mayorías. Ya me cuidara yo, que tantas veces he sido minoría. Pero no estamos hablando de la democracia. Estamos haciéndolo del vaciamiento de los contenidos de las instituciones democráticas y de los preceptos constitucionales. Estamos hablando de demandas y prácticas políticas que por su fetidez clasista y acción antidemocrática hacen irrespirable el aire de la convivencia. Y estamos a tiempo de impedirlo y exigir responsabilidades, por salud pública, por justicia social, por histórica y política justa antes de que se nos ahogue con la repugnante infección del neofranquismo.

Posdata: Aviso a navegantes: Sabemos que a la mayoría, lograr la democracia le ha costado ímprobos esfuerzos y perdidas incuantificables en magnitudes de historia y vida. Que a otros, negarla o suprimirla, casi nada.