08 noviembre 2006

Importancias















Obra de Alber Porta




No es gratuito decir que acabamos de vivir días políticos importantes en nuestro país: la celebración de elecciones en Cataluña, la aprobación de la reforma del Estatuto de Andalucía, el acuerdo para la constitución del nuevo gobierno de la Generalitat. Importantes, porque a pesar de las insidias derechosas, Cataluña, que es una parte sustancial de lo que llamamos España, por habitantes, por economía, por cultura, por historia, por todo, posibilita la formación de un gobierno de la izquierda, mayoritaria de largo allí: 50.43% votos y 70 diputados, por 45,2% votos y 65 diputados de la derecha, encabezado además por un Presidente, andaluz-catalán, que va a romper una especie de tabú o veto fáctico establecido por el bufo nacionalismo según el cual sólo debe ser Presidente de aquella comunidad alguien catalán de apellido y nacimiento; bueno, es algo que reedita aquello tan fascista de “la pureza de sangre”, para aclararos.

Importante porque se ha aprobado en el Congreso la reforma del Estatuto Andaluz con acuerdo estatutario previo del PSOE e IU y al que se ha enganchado con el PP una parte de la derecha andaluza; incomprensiblemente que otra vez la otra, la llamada andalucista, haya votado en contra; aquí no ha funcionado la alianza que a la larga les ha resultado fatal en los últimos veinte y tantos años en Andalucía, me refiero al pacto de boicot al Estatuto y a la vía para su aprobación del artículo 151 de la Constitución que intentaron en su día Suárez y Rojas Marcos y que han amagado de reeditar contra la reforma del Estatuto el PP y el PA con Arenas y Julián Álvarez.

En este caso, finalmente, al PP poco le ha importado el PA y parece que éste no aprende la lección. Bueno, veremos lo que pasa, aún falta que el Estatuto termine su tramitación institucional y que sea ratificado por la ciudadanía en referéndum hacia febrero, lo que les da tiempo y posibilidades para volver al redil estatutario. Y la aprobación del Estatuto es importante para Andalucía, qué duda cabe, pero lo será más si realmente se constituye en instrumento de avance social y compromiso democrático, de superación de carencias, de un ejercicio de real representación del sentir político mayoritario de izquierda y progresista de nuestra comunidad.

Es necesario, a su calor, un importante zarandeo político y social, un sacudirse las inercias del tiempo transcurrido desde la primera victoria electoral autonómica, una revivificación democrática desde las instituciones hasta la plaza en clara y elevada ejecutoria democrática que haga efectiva la participación de la comunidad civil en su propio gobierno y destino en un grado mayor de participación y menor en delegación, en un grado más de acción activa. Y ello aunque no fuera más que por correr el riesgo de morir de éxito, como alguna vez se dijo. Y ocurrió.

Ahora bien, el acuerdo institucionalmente alcanzado no debe hacer olvidar el papel obstruccionista y contrario que el PP ha mantenido hasta el último minuto. No debe hacernos olvidar que la casi unanimidad obtenida no hace bueno eso de que ellos quieren lo que nosotros para Andalucía; aún resuenan las palabras de Rajoy en mayo calificando a la reforma como aberración jurídica y constitucional. Aún suena diciendo en el Pleno del Congreso para su aprobación que como realidad histórica Andalucía queda como poco más que una cita literaria o un adorno retórico. O las de Arenas aclarando que le ha pedido permiso al arzobispo de Sevilla para votar el Estatuto. En fin, un dechado de consideración y de justicia histórica y social, un alarde de independencia y de aplicación laicista constitucional en la toma de decisiones que comprometen al estado. El debate continúa servido.