02 octubre 1996

El tiempo ¿Qué decide el tiempo?

Obra de Ghuty Mamae

“te has puesto un nuevo traje de semilla profunda
y tu suave silencio se llena de raíces
No duermes en vano, hermano...”

Pablo Neruda


Hace Rafael: No sé ya cuántos latidos de corazón, suspiros de rosa aroma, devengos de llano aire que mutaste tu nombre de finito hombre al rostro duro o solemne, perennemente frágil de la historia, esa memorial instancia del cada día y trastiempo punto referencia, hálito surgente de esquirlas y otros menesteres sentimientos y hechos; aquello que nos hizo y que reverencia nombres, así tu nombre y hace que, éste, se expanda curriculum de un tiempo sólo en nosotros deudos, redivivo, venido, devuelto de ese trasyó que fértil se hizo en un espacio de esperanzas, de nobles propósitos, humanas actitudes y vitales afinidades, esa convicción que hacíamos y nos hacía, que insiste y concurso demanda, que se confronta y dice que razón teníamos, que sólo utópicos éramos porque trabajábamos, trabajamos, por hacer posible, presente, un hoy mejor futuro.

Hermano, éste año, el agua te me ha devuelto, a frazadas te he abrazado y he vivido la caricia de tu bien recorrer mi rostro -que mutar tuviste para que lloviera, quien iba a decir, después de tanta plegaria, de tanta adoración al becerro de oro, de tanta rogativa de farsantes a ese omnímodo dios, producto de la cobardía, de la miseria de la indigencia y el miedo. Se olvidan, siempre, los poderosos se olvidan del Olimpo y sus exigencias, siempre se olvidan... Quien les iba a decir que un irreligioso -sé que abogando sigues-, llover haría maná y sobre-vida a esa mansa geografía, conformista y retrógrada, estéril, impropia que nos circunda-; también he degustado -tal prometí- alguno de los manjares placeres de hombre en atributo de libertad, razón y humanidad consecuente y allá más no he ido en alguna cuestión más por mí que por los demás -no hay excusa-. Aprendimos ha -de todo lo insistido, a pesar-, que la libertad aún en su expresión máxima es media, es -por decirlo así- como el amor acto, de dos, negocio.

Sabes, vi a Houda ¡qué bella, que hermosa estaba! tu luz contrastaba en su azabache cabello y sus ojos mostraban, a tu mención plenos, cuan excelso eres y cuánto te das y dabas. También te reviví leyendo y cuando he recitando públicamente el poema este de Tamiz de Vocablos que a tu social nombre añadí ¿recuerdas?

“Retornar quisiera: Si posible fuese: Al futuro
Repetir vida: Del amor dulce acto
Ir: A los más singulares lugares

Los notables sepulcros abrir...”

Los notables sepulcros abrir: ¿Premonición? no, tú eres vida. Luchamos, al menos nosotros, por romper la afirmación aquella de Dámaso Alonso de que: “Madrid -la vida- es una -acumulación- ciudad de más de un millón -millones- de cadáveres”.

La vida, siempre la vida, la sucesión de vidas ¿Cuándo hemos de aprender que la vida no es -debe ser- aflicción sino gozo y que al gozo y en el gozo de aprender hemos y crecer? -tú, bien lo sabías-. ¿Cuándo. Cuándo la generalidad volverá a la verdad de realidad hacer lo vivo y natural, por lo antihumano negado?
Hermano sí, en los vientos volviste y en agual año ¡tantas veces! y sin la total aflicción tu verdad nombre se hizo y contraste, y tu afable mano, y tu voz exacta, viril, clara, una vez y otra extendidas, se han ido expresando desde el gozo de un antaño compartido canto hasta esa común, frágil, referencial hoja de un cuaderno; desde una desgracia, desde un combate obrero hasta la más alta cima de lo erudito, síntesis profunda y tibia de lo que emociona; tú, has vivido en las altas torres que nos precian y en el frondo glosar de las tabernas, en los linderos de la noche te has hecho más noche y reflecta -el cúmulo de astros contigo ha crecido-, y el día, un poco más claro. También ¿por qué mentir?, la añoranza, un poco más espesa.
A veces, a alguien a tu físico parecido viendo te he llamado, de mi garganta tu nombre a ululado demanda de cuerpo y he, al pronto romper el espejismo, fenecido, luego crecido y vivo, aliviado de mí mismo, contigo he bromeado y, aquella promotora punzada del triste rictus ha devenido en jocosa chanza y arrebato fruto: Risa sobre risa. Ungüento.
¡Ah, la desesperanza! ¿Cómo existir desesperanzado?
Hermano, a pesar de todo, vidas hay sin sosiego y lo que a ti y en ti homenaje deben, entre ellos, utilizan y vuelven arma y a fuer guerra por peculio dividendo, desechos reclaman y claman a derecho con actitudes y actos a lo torcido, y no te dejan paz, y humillan lo todo tuyo noble y sus refrendos; sazonan lo irracional como justo y pretenden, tratan trato de venganzas y denuestos. Cobardes. Funestos. Cuánta maldad hermano, cuánta maldad se esconde en la vil moneda y los corazones ciegos. ¡Cuánta!

¿Cuánto duele, verdad? A ti y a nosotros, que abogamos por lo honesto, que insistimos en la verdad y la razón, que luchamos contra la injusticia y las cadenas. Tanto...

...No. No te es merecible esto. Debe acabar.
Hermano, no. No quiero ponerte triste, quiero que volvamos a la senda de lo fértil, al concurso de lo preclaro y lo humano, que fenézcase la ostentación y la prebenda con el bálsamo de la cultura, la libertad y la justicia en toda medida, que lo solidario -no la limosna- sea concurso de vida y se corrijan las nefandas palabras para que el idioma referente sea y reconocible colectivo compromiso: Que el “Hacer todo: De todo: Para que nada deducible quede”, sea consigna, o blasón, o suspiro, pero que sea, como dijo el buen poeta.
Me despido, hermano, compañero, donairoso Fernández Piñar; decirte sólo, que sigues aliento siendo, que por ti cada mañana el sol se levanta un poco más enhebrado y gozoso: La vida, sin no, con un poco de más justicia sí de sentido.
Salud
y buen descanso

“Así también yo mismo, que como un hombre propio
quiero verme en la rosa y en el puñal luciente,
siendo parte del hombre que todos construimos,
libre, porque en mi penitencia también puedo encontrarme”

Emilio Prados