03 julio 2004

Malas conciencias

Obra de Pablo Picasso

A veces tiene uno una sensación abrumante, mascativa, de pérdida de tiempo. De la anegante existencia de lo baldío cercando y definiendo una parte de la realidad, aún lo pretendido y realizado con la propia vida y sus motivos. De, por sostener una cierta razón, le hagan a uno responsable de nociones, conceptos e historias que, por más que en distinto demostrables, por más que referidas en vivencias particulares e históricas concretas, se malogran sin delimitar la espacialidad y particularidad que les fuera específicas en episodios y circunstancias. Y siguen porfiadamente siendo cuestionadas, negadas. Y sucede que quienes expresan cuestionamiento de tales negaciones, se ven abocados a reprobación y a la acusación de vivir en el dogmatismo y en la intolerancia, en engolada endogamia. No hay cosas más lejos de la realidad en el que suscribe. Y vienen estas palabras a motivo de una corriente de revisión, de oficialización del desconocimiento de la historia, de lo acerca del valor de lo uno o lo otro acontecido, de los unos y los otros actuantes, porque siempre hay uno y otro, unos y otros o lo otro, que nos flagela. Escenifiquemos.

Nuestro país vivió una guerra civil terrible, estos días se cumplen 68 años de su inicio, en la que nos enfrentamos unos y otros: padres, hijos, hermanos, primos, vecinos, conocidos, desconocidos. Fue una matanza de vida e historia que aún colea, que aún no puede dejar de colear, de estar en la memoria viva e incidir en nuestras vidas de mil maneras. Y no puede dejar de colear porque fue una injusticia y, porque aún no ha tenido la justa reparación histórica. Y lo fue por los motivos de su provocación, destruir a la República; es decir, la voluntad legal y libre de la mayoría con su ciudadanía adquirida. Y lo fue por el contexto histórico, el advenimiento del nazismo y el fascismo que nos devolvían a la animalidad y las cavernas con sus agresiones y su mera existencia. Y lo fue por la generosidad de un pueblo, nunca suficientemente reconocida, defendiéndose y dando respuesta hasta la extenuación a ese nazismo y fascismo de sediciosos y clases retrógradas. También por la pasividad cómplice y criminal de los países que entonces así mismos se llamaban demócratas mientras la Legión Cóndor alemana, o las brigadas fascistas italianas, asolaban nuestro país y trataban de garantizar el triunfo de Franco. Mientras masacraban a la desprotegida República, estos países le negaban el apoyo o confiscaban el material para defensa que por esos países pasaba ¿Quién, que tenga memoria, o actitud cívica, y haya buceado en nuestra historia, no se acuerda de la Málaga masacrada en su evacuación por la llegada de las tropas fascistas? ¿Quién no se acuerda del bombardeo y destrucción de Guernica? ¿Quién no se acuerda del sitio, bombardeos y mil intentos de tomar aquel Madrid que se expresaba en el “No pasaran” que nos legara Pasionaria? De tantos sitios y cuestiones más de España.

Estos hechos no pueden pasar a ser un episodio más de los libros de historia porque siguen marcando a la propia historia, a nuestra actual vida. Y sigue haciéndolo porque mientras los muertos habidos en las filas de los sublevados fueron registrados, enterrados, honorificados; hasta prácticamente nuestros días existieron lápidas y otros recordatorios con los nombres de los caídos en los pueblos. En nuestro caso, yo me equivoqué, pues hice retirar la que en Albolote había, sobre la noción de que podía ser útil hacerlo por el tiempo pasado y en nombre de la reconciliación histórica necesaria. Y me equivoqué porque lo que debí hacer es poner al lado de aquella otra con el nombre de los republicanos caídos durante y después de la guerra por el fascismo, lo que hubiera significado que la igualdad de trato es justicia, es reprobación de lo ocurrido y memoria viva de la historia, no su ocultamiento y menos su negación y desmemoria con todo lo que ello degenera. Porque aún sigue habiendo, por ejemplo, calles en Albolote que llevan el nombre de militares y fascistas sublevados. Porque seguimos transitando con indiferencia junto al barranco Magón, olvidando que ese sitio fue lugar de matadero de gente republicana y que, una vez asesinada, era allí abandonada para servir de pasto a los cerdos que se criaban en los cortijos aledaños. Porque pasamos por la Cañá sin saber, u olvidando, que allí se perpetraron los últimos tres crímenes fascistas contra ciudadanos de Albolote, largos años hasta del nombre en sus tumbas negados. Que ocurra, que exista gente que agreda al monumento que recuerda a los Alboloteños muertos en los campos de concentración alemanes, y que pasen varios años sin que se mande limpiar y reparar tal afrenta. Y aquí no se inmuta nadie. Tamaña banalidad, tamaña desmemoria. Sí, pueden estos ejemplos escenificar ese: ¡Aquí no pasa nada!. ese: ¡Todo es igual!, que nos anega.

Y no todo es ni da igual. Los republicanos actuaron contra una agresión y en defensa propia, a la par que por la libertad, por el progreso de este país, por hacer realidad verdadera las palabras, los conceptos: Igualdad, Justicia, Libertad. Los fascistas por la opresión, por el retroceso histórico, por devolver la capacidad de ordeno y mando a las castas caciquiles, por privar a los ciudadanos no sólo de su ciudadanía sino de la propia capacidad de vivir, de respirar.

Y circula que los republicanos fuimos traicionados por nosotros mismos. Bueno, aclarémonos, quien traicionó a la República es porque no era republicano. Quién sirvió de acusador o represor contra los republicanos es porque era un esbirro del fascismo ¿Es que todavía no está claro?

Y claro que hubo contradicciones entre los republicanos, y una de ellas, y no menor, fue la de decidir qué hacer ante la derrota, si entregarse al agresor o abandonar el país y tratar de resguardar la mayor fuerza posible para seguir en la lucha y propiciar un nuevo cambio; la entrega de Madrid por el coronel Casado a Franco se hizo sobre el supuesto de la magnanimidad del fascismo para con los derrotados. Casado mismo murió fusilado por estos pocos días después de su ruptura con la República y su entrega de Madrid a los franquistas. A Miguel Hernández, el más grande poeta civil del siglo pasado, lo dejaron morir en la cárcel por ser republicano. A cuántos y cuantos republicanos fusilaron: miles, cientos de miles. A cuántos y cuántos republicanos obligaron a trabajar como esclavos: cientos de miles, quizás millones. El ominoso “valle de los caídos” queda como ejemplo, entre tantos otros ¿De qué están hablando algunos?

¿Fue inútil la muerte de Antonio Machado en Francia huyendo del fascismo? ¿Rafael Alberti hizo mal en abandonar España o debió venir a Granada y que le “colocasen” junto a su amigo Federico en Viznar? ¿Debió Pasionaria abandonar el país o entregarse a Franco y seguir los pasos que posterior hicieron pasar a Julián Grimau? ¿Fue ello traición a la causa? ¿Era posible, tenía medios la República para evacuar a toda su gente. No es suficiente el ejemplo de los campos de concentración que hicieron en Francia para segregar como apestados a los republicanos? ¿Debieron nuestros republicanos constituir y extender la Resistencia contra los nazis, participar en primera línea en el desembarco de Normandía, ser entre los primeros para la liberación del París por los nazis ocupado. Debieron haberse negado a ello por el trato recibido de aquellos franceses a nuestros republicanos, precisamente en la patria de la República? ¿Nos negamos a demandar aquella hermosa herencia de valor y libertad porque ni siquiera hoy nos la han reconocido aunque hubiese sido con el mero hecho de, junto al resto de los estados, invitarnos a estar en los fastos del aniversario del desembarco de Normandía? Yo creo que dimos lo que debimos y pudimos, que no nos merecemos los tratos recibidos, pero ello no niega la historia, ni se puede aceptar nuestra mala conciencia, nuestro olvido de la historia, el valor de las personas y los hechos acaecidos. De la verdad. Y, menos, por nosotros mismos negarlos. Flaco servicio nos hacemos con ello si lo hacemos.

Yo siempre he sido un optimista, es decir, un pesimista activo, entendido en una filosofía que tan bien definiera el gran Pablo Neruda cuando dijo: “Yo quise que del hombre nos salváramos, / yo creía que la ruta pasaba por el hombre, / y que allí tenía que salir el destino”. Y vivo al hombre como el sujeto activo histórico único, y sé que el cambio de modos y vida al que los progresistas aspiramos ha de hacerse en el hombre o no habrá cambio. Por eso mantengo este esfuerzo terciario. Porque la palabra es el instrumento de relación y conocimiento del hombre, el continente donde dirimir las razones, las pasiones y los siempre demandantes mejores futuros y, de ello, he aprendido que es infinitamente más justo a defender como causa, aún imperfecta, aún circunstancial, el ser y actuar como Héroe que hacerlo para ser Mártir. Diferente asunto ¿No? Y, ya que se tercia, pedir se haga verdad ese tiempo que se nos anuncia de construcción de un socialismo de los ciudadanos.