15 febrero 1998

Qué estúpidos son, lo que pedimos es democracia

Obra de Chance Aabron

Nos quitaron el derecho a la democracia económica, es decir, al reparto de las plusvalías en nombre de la “eficacia” del mercado. Nos quitaron la libertad constitutiva a optar por tener un Estado alternativo en nombre del fracaso del llamado estalinismo y la derrota de Rusia en la llamada guerra fría. Nos quitaron la posibilidad de alumbrar otros mundos, posibles, mejores, distintos, en nombre de la globalización y el “pensamiento único”. Pretenden que renunciemos a la dignidad, a la igualdad humana en nombre de un poder que a los poderosos en sus aberraciones inmuniza. “gozosa” 50 efemérides de la Declaración de los Derechos Humanos que dicen que celebramos.

A la gente demócrata nos sonroja que la solución del “caso-Pinochet” en ese tribunal inglés haya sido el de reconocerle la “inmunidad soberana”. Que la justificación del juez encargado, llámanle lord Ainghan, haya sido que los crímenes, las torturas, las violaciones, los secuestros cometidos por el golpe fascista contra el gobierno del Presidente Salvador Allende, lo habían sido al amparo del cargo presidencial de Pinochet y que “determinar lo que puede hacer o no un jefe de Estado sería un peligros precedente , porque entonces cualquier desviación del proceso democrático sería susceptible de ser castigado”. ¡Cualquier desviación!, nunca, jamás más claramente expuesto el fondo instrumental que los poderosos hacen de la vida según quien.

Tamaña hipocresía, tamaña desvergüenza. Está claro que a estos que tanto se llenan la boca de “normas democráticas”, de “regulación de los derechos políticos y humanos”, les importan un bledo cuando las consecuencias de las decisiones de justicia a tomar cuestionan el estatuto de poder que pretende para su casta. No les importa destruir el principio de justicia, aquello de una medida para todos, y mostrar en la práctica que hay dos injusticias: la débil para los poderosos, la inmisericorde para los débiles. Qué espectáculo el de Mario Conde y otros, condenados a pocos años, con su tercer grado y todo, ¡oiga!, por robar miles de millones y conspirar contra el estado democrático, comparado a las ejemplificantes condenas a diario aplicadas a los “chorizos” que cogen delinquiendo, a veces para sobrevivir. Qué espectáculo ver cómo hacen de la justicia los poderosos un instrumento de venganza contra la inmensa mayoría. Qué injusticia.

Y estaba cantada esa solución inglesa. Haber aceptado el principio de culpabilidad de Pinochet, el principio de igualdad ante La ley hubiese supuesto romper la impunidad a la que los poderosos se aferrar y nos exigen reconocerles, y era sentar el precedente de obligarles a responder de sus criminales actos. Afirmar el principio de inextinguible de responsabilidad y, por tanto, la persecución judicial a los responsables, por ejemplo, del reconocimiento alemán de la secesión de Croacia y otros territorios y, a partir de ahí, haber provocado la desintegración y consiguiente guerras en la antigua Yugoslavia. Qué esperpento la satanización de los servios. Se ve que sólo sus balas matan.

Habría que hacer a alguien responsable de los “servicios” franceses a los africanos, pobres, negros, hermanos, y de sus amigos, los tantos señores de la guerra por ellos sostenidos. Qué pasa con el secuestro del general Noriega de Panamá o con los bombardeos de fábricas de medicinas en Sudán por Estados Unidos y otras, tantísimas agresiones que ese estado infringe a la humanidad. Qué justifica a esta alturas los embargos de Irak y en otro orden el de Cuba. Dónde se paga todo lo que sobre la humanidad los poderes agravian, tergiversan y justifican.

Justificara Pinochet era, es, muy peligroso, sedlo. Es abrir la posibilidad de que otros muchos tengan que responder de sus actos y eso, para los que siguen aplicando la “relatividad” criminal para con el dolor, la sangre, los derechos de los débiles es impensable, es insufrible. Los demás, según ellos, somos seres de segunda y prescindibles. Sí, en el hacer de los poderosos es mentira la democracia y sus proclamas de derechos e igualdad. Por eso en defensa de ellos se lucha, por eso son los derechos democráticos conquistas. Flaco servicio a los Derechos Humanos si también nosotros aceptamos el juego de los poderosos. Y está claro que con esta decisión inglesa no hubieran hecho falta llegar a los proceso de Nuremberg. Para qué o quien tanto organismo humanistero internacional, tanta palabrería y papel manchado ante de soeces palabras en su contraste con la realidad, de ninguneamiento de tanta, inmensa, inocente sangre derramada.

De no aceptar, finalmente, la inmunidad a Pinochet se podría avanzar, ir por el camino del positivo avance humano, se podría ir resolviendo una de las disyuntivas que la humanidad tiene, expuestas por D. Francisco Ayala, aquella de “ dar un salto gigantesco hacia una ordenación superior de la vida en común sobre el planeta, o si no, su hundimiento catastrófico en el caos...”

Y creo que la respuesta no es abandonar la lucha, no olvidar. Actuar para borrar de la faz de lo humano y la existencia social a todos esos; a todo aquello que olvida y en contra va del ser común de la vida, del ser humano, de la igualdad en la libertad y el derecho de justicia de globalidad y en reciprocidad. Debemos de seguir exigiendo que los asesinos paguen lo que a la vida deben. Conseguir que no se repita.

Posdata: El acuerdo de la Audiencia Nacional del día 29 de octubre de 1998, considerando a la justicia española competente para juzgar delitos de genocidio, nos ha salvado en lo español y por ahora de ahondar en la catástrofe. Cuándo van a ser destituidos por el gobierno el Fiscal General y su adlátere Fungairiño, justificadores de Pinochet.