21 abril 1999

Impedir las guerras

Obra de Paco Chika


No salgo del estupor. Primero: Ante la guerra desatada por la OTAN en Europa contra uno de los pequeños países que la componen: Yugoslavia; hasta ayer mismo, paraíso de cultura y de la industria del ocio y el turismo –qué sarcasmo, no-. ¿Será por éste área de competencia, el turismo de “calidad” que recibía Yugoslavia, donde está la clave de la participación en la agresión a la que el gobierno de Aznar -contra todos los mandatos legales-, nos ha involucrado? Véase el articulo de Miguel Herrero de Miñón en el diario El País de 27-3-99

Hasta hace pocos días creíamos saber que el salvajismo era seña de identidad sólo de los pobres, de los negros, de los asiáticos, de los nacionalismos y algunas etnias. Segundo: La justificación de la guerra: “mi vecino y yo discutimos, llamo yo a mi primo “zumosol” y machacamos a mi vecino. ¿Cómo se puede justificar acabar con una guerra y un tirano, con otra u otras guerras y otros tiranos?

Tercero: Por el papel de la “intelectualidad” y los medios de comunicación ante la agresión en la que: Primero: Satanizan sólo a los Serbios. Segundo: Criminalizan sólo a Milosevic. Tercero: Justifican “humanitariamente” la agresión, la muerte indiscriminada y destrucción que provoca la OTAN. Cuarto: Vociferan acríticamente sobre las raíces, intereses y papel de los actores en el drama yugoslavo, dejan de posicionarse resueltamente ante la guerra, ante cualquier guerra, ante todo agresor, sea quien sea. Ante los intereses y la existencia de la industria de guerra, que esa sí, por más que manifiesta, no aparece ni es cuestiona.

O no sólo estos ¿Y las exclusiones de pertenecer a las regiones consolidadas de desarrollo económico. La no-distribución equitativa y la explotación por unos pocos, de los recursos que existen y las riquezas que se producen. O lo del distinto precio que les es asignado a un mismo producto si viene de una zona u otra, de un país u otro y no por su calidad o necesidad. La existencia de la verdadera democracia debe comenzar por el ámbito de lo económico, por exigir una producción racional y una disposición y distribución homogénea de los logros, para todos.

Es decir, la permanente condena de dos tercios de la humanidad a la miseria y a la desesperanza y la imposición de la supremacía del fuerte ¿no es parte del conflicto?. Ya no se acuerdan que Yugoslavia fue líder durante muchos años del Movimiento de Países No Alineados que representó a estos países excluidos de un futuro mejor. ¿Todo esto no tiene nada que ver con esta guerra?

No deja de dolerme de la derrota intelectual de la izquierda y de la lucha por una Europa Social. La nueva claudicación a los intereses norteamericanos que supone esta guerra. Resulta kafkiano ver, en esta situación, a la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea y por tanto de la OTAN que pasan por ser considerados progresistas.

¿Con la guerra: Qué progreso? ¡Madre del diablo! Las justificaciones, las respuestas que están dando a, y por esta guerra. La agresión perpetrada destruyendo todo el entramado del derecho internacional de no-agresión tan duramente conquistado. La imposición de lo anglosajón en nombre del pensamiento único: políticamente correcto, el de adulación al poder y la aceptación de las imposiciones y lacras de la globalización, económico y financiera. Nos hacen tragar la intoxicación informativa de las agencias “internacionales de noticias” sin la más mínima crítica ni reserva o capaz constatación. ¡Qué papel, el de todos esos intelectuales vociferando ¡guerra! ¡guerra! ¡guerra!

¿A eso le llaman intelectualidad? Pobres, pobre mundo que desmanda bajo su palio ¿Cuándo nos tocará a nosotros cambiar el rumbo de las pateras, huir de las bombas “humanitarias” del poderoso de turno?

Yo estoy contra la guerra. Contra cualquier guerra. Más, ante la guerra de rapiña e imperial como esta, a la que asistimos. La defensa de los derechos humanos -cómo se puede aceptar tamaño dislate-, no se puede hacer tiñendo de más sangre y más horror al impoluto texto y objetivos de la Declaración de los Derechos Humanos que tan contritos conmemorábamos tan sólo hace unos meses.

¿De quien huyen, de quienes huimos esos seres desesperados y humillados que muestra la televisión? Deberíamos pensar sobre las capacidades de movilidad y acción que un ejercito tiene - dicen los portavoces de la OTAN que cercado, bombardeado, inmovilizado, destruidas sus capacidades de organización-, para hacer lo que llaman “limpieza étnica”, tan insistente, tan petulantemente. Yo lo tengo claro, en una situación de ese tipo; entre un soldado apostado fusil en mano en Sierra Elvira y un “humanitario avión invisible” yanqui lanzando bombas de destrucción masiva, huyo del avión. A donde sea, a donde pueda, como y con quien pueda ¿Son realmente los que son quienes manejan esos aviones, los que destruyen Yugoslavia y la Razón?

Qué barbarie, cuánto se parece esta situación, la “actitud políticamente correcta”, a la de aquellas películas donde una turba enfurecida por lo que les parece su “natural” derecho, actuando contra sus propios intereses particulares o generales, vocifera, armas en ristre, ¡sangre! ¡sangre! ¡sangre! Actúa como progrón de linchamiento y destrucción, mientras el poderoso controla, domina, defiende a través de ellos su interés y lucro. La injusticia.

¿Se explican por qué Estados Unidos no ha aceptado, no ha firmado el Convenio de Constitución del Tribunal Internacional de Justicia. Se acuerdan de la definición de la palabra agresión; delito castigado por lo que hasta ahora era Derecho Internacional? Deben tenerlo claro. De haber avalado la constitución del Tribunal, ellos, los yanquis, hubieran sido los primeros en tener que comparecer ante el mismo. Pagar, en paridad a lo que dicen defender, por sus crímenes?

Posdata: Se anuncia la posibilidad de la agresión terrestre. Es posible que ya sea una realidad el intento de ocupación de Yugoslavia con los ejércitos de tierra. Supongo que en la avanzadilla, los primeros; digo los primeros a tomar tierra, a hincar el pie y otra bandera, irán los jefes de estado, los primeros y últimos ministros, los “intelectuales” de la agresión. Sería ilustrativo verles volver adornados, tan marciales, tan intachables para variar, y ajustados en su traje de cinc.