02 noviembre 2000

Otros días de noviembre

Cuando escribo estas líneas, estas palabras, aún no han elevado a definitivos los resultados de las Elecciones a Presidente, Senadores y Congresistas, del 5 de noviembre en Estados Unidos. Y si hay algo realmente novedoso, algo realmente a tener en cuenta en ellas, son las propias elecciones, el propio hecho de votar y el valor intrínseco y de representación del voto. Bill Clinton, con relación a ello, ha dicho algo especialmente importante, retrato y denuncia de su realidad nacional, y es la frase siguiente: “Si había alguna duda del valor del voto y de la necesidad de votar, la situación que se está dando demuestra que si lo tiene. Ya nadie podrá decir que votar no es necesario”.
Es especialmente importante esta reflexión porque parte del Presidente de EE UU, el país que pasa por ser el más poderoso y el que, de una u otra forma, más condiciona a los países e instituciones del resto del mundo. Y lo tiene porque reconoce lo que ya entendíamos. A saber: primero, que un sistema político democrático sano, lo democrático no habría que adjetivarlo de sano ni de nada, sólo de democrático, no puede estar sustentado sobre la acción política de una minoría, sobre la indiferencia de la gran mayoría. Segundo, que tal sistema es un sistema vulnerable, conculcable y conculcado por los grupos de presión, el fraude y la corrupción. Un sistema democrático no puede estar sostenido en lo solo “formalmente” democrático. En un sistema como ese las elecciones sólo sirven para convalidar a los grupos de poder. Tercero, que para conseguir sistemas democráticamente progresistas y progresivos es necesario la participación activa, consciente y electiva del conjunto de los ciudadanos. Todos los votos son necesarios, todos los votos tiene el derecho-deber de expresarse y de ser tenidos en cuenta, política e institucionalmente representados. El fundamento de la democracia es el principio de igualdad y de elección.
Si no fuere algo absolutamente serio, en EE UU o en cualquier otro lugar del mundo, lo que está aconteciendo estos días con sus sistemas de voto y recuento, el cuerpo nos pediría pasar factura por su histórica prepotencia e hipocresía; reírnos en ellos de esa etiqueta de “república bananera” de la que son tan dados en endosar.