02 enero 2000

Días de Aznar, afanar y chilaba

Obra de Julio Ruelas

La verdad es que esa calma chicha, más aparente que real, que precede e inunda las antes, durante e inmediatas fechas de lo que llamamos navidad, este año me ha tocado de lleno. Creo, además, tener cada vez más claro que la constatación de que sí ha existido el “efecto 2000”, es mi propia perplejidad, la comprobación, una vez más de mi “inocencia” al pensar en la capacidad de cambiar. Confiar demasiado en la bondad posible de los demás.

Esperaba que tras el azaroso viaje del “familiaznargo” a Tierra Santa, su espíritu, el de la Tierra Santa; más, en tan señaladas fechas como las del nacimiento, suponemos, del niño Jesús, su espíritu, insisto, les iba a impregnar. Iba a hacer de Aznar una especie de nuevo “dandy” –ya saben, es muy amigo de Blair-, un ser capaz de no cobijarse y olvidar los artefactos de la guerra y su “santidad”.

Y ele que no. Que después de sentirse reconfortado del espíritu apostólico en arenas tan santas -¡qué dolor, tanta sangre en ellas y por ellas derramadas!-, e imbuido de renovado espíritu cruzado, vase, a tierra de otros moros –las Ceuta y Melilla amuralladas, a los otros, a los pobres, a los diferentes, en las que en un momento dice que sí, que es, en otro que no, o que quizás, jefe del pepé o que pastor general del corral patio-, a iniciar contra los sociatas nueva camorra. Qué desgracia para este pueblo y sus adelantados, lo que no se le dio en justa paz pretende agenciarlo desde altanera rapiña. Se trata, no lo olviden, de asegurar a la derecha en tierra africana, por si no victoria tras la cita electoral. Bueno, no olviden, de allí partió contra la celebérrima celtíberia otra cruzada, la de la España una, grande y fascista.

Supongo yo que la diversidad, las peculiaridades lingüísticas y regionales, los distintos modos culturales, económicos, sociales en liza sencillamente para él, por mucho que el libro de la Constitución blanda, son algo innecesario, una menudencia, “un barullo indeseable para España”.

Mal recomenzamos el curso político empuñando, digo perjurando la Constitución; tratando de groseramente imposibilitar a la oposición y a la diferencia. Muy mal deben de verlo para que, a pesar de su “España va bien”, el bozal se les caiga y muestren tan mala faz de azuzado can y mala entraña.

Perjurar de La Constitución. Que sepamos, previos tiempos al Referéndum de aprobación de La Constitución; Fraga, su presidente fundador, quería reformarla antes de ser aprobada, ocho de los dieciséis diputados de Alianza Popular, partido precursor del PP, se abstuvieron o votaron en contra, y Aznar, clamaba en artículos periodísticos contra su aprobación y en defensa de “los principios fundamentales del movimiento”. Portentoso, no. No. Yo creo que no deberían obligarnos a recordar estas cosas. Por más que conversos sean.

Saben, aun siento el frío, cobarde y asesino de las metralletas en manos de aquellos esbirros mandados por aquellos “demócratas” que en tarde apacible y yendo en bicicleta por la calle Real, a la altura de la tienda de Antonio “Pasantos” –benditos los aromas, los de aquella tienda, a berzas y arenques-, en parafernalia escena de matones en asalto, me conminaban a renunciar a los postulados de libertad y democracia, a la defensa que hacíamos ----- de un proceso limpio hacia la democracia y por una ruptura institucional, jurídica, cultural y anímica con el franquismo. Por no haberlo totalmente conseguido aun lo estamos pagando. Mucho de lo que nos ha ocurrido y ocurre, a pesar de lo andado, es consecuencia de aquellos “no reciclados” lodos, de aquel y otros virus fascios.

Se debería ser más prudente. Digo, más demócrata. Una cosa es las formas democráticas y otra la democracia y los demócratas; estos, con comillas o sin ellas. La democracia y los demócratas se miden, entre otras cuestiones, por el respeto a los demás, a lo demás. Debería ser norma discutir sobre propuestas concretas o generales. Que los delitos, si los hubiere, al detectarlos fueran puestos directamente e inmediatamente en manos de la judicatura y por esta debieran ser, rápida
y justamente, en función de las leyes democráticamente aprobadas, sancionados.

Las “ideas”, los posicionamientos políticos, pueden, deben y tienen que ser analizados, diseccionados, contrastados en debate social general para valorar si son posibles, necesarios o inútiles para la acción y los mejores intereses colectivos y de gobierno. Ahí debería estar el debate, sobre que ofrece o esconde cada propuesta política. De ahí sabríamos, en el caso que nos ocupa, por qué tanto interés de Aznar en la distorsión y la agresión vana. ¡Decir que esta legislatura es la mejor de la democracia! ¡Qué descaro!

Es verdad, la Navidad, ya no es lo que es o quiso ser: Celebración. Otra desgracia.