14 abril 2004

Abril, abril...



Se acaban de cumplir, el día 3 de abril, los 25 años de las primeras Elecciones Municipales en esta fase de la democracia en España, elecciones que culminaban un proceso institucional que se había iniciado en el año 1977 con las primeras elecciones a Cortes Generales tras la dictadura y el rompimiento del franquismo institucional. Se afianzaba entonces la primavera y abril se robustecía cual referente vital de lo mejor de esta España que ha pretendido ser y estar, encarnar lo mejor nacional del nosotros, el tratar hacer verdad los referentes de libertad, solidaridad, justicia, igualdad, cultura y mejor vida. Otro abril estaba, nos estaba, en la memoria como referente, aquellas elecciones municipales del 14 de abril de 1931 que habían traído la proclamación de la II República Española, es decir, el recobro de la ciudadanía individual y colectiva de los españoles y la posible proyección de una España mejor y más justa acorde con nuestras mejores gentes y mejor pensamiento y cultura.

También nuestro 3 de abril aventó aquellos rescoldos de lo mejor que habíamos pretendido construir, nos traía la posibilidad de destruir para siempre al caciquismo, al nepotismo, a la patrimonialización del gobierno por unos que, como único consuelo ante sus acciones, remitían al final juicio de Dios para pedirles responsabilidades. El entusiasmo inicial por la cosa pública, la ebullición de pensamiento y la participación ciudadana, la resolución en tiempo record de conflictos y asuntos colectivos y personales aparentemente irresolubles, o aparcados en la historia, así lo demuestra, y fue uno de los momentos de más democracia en nuestro país. Rindo homenaje a todos cuantos de bien en ello participaron.

Y es verdad, mucho se ha andado en el camino de la construcción de estas instituciones públicas y su acción, aunque podamos pensar, y pensamos, que no lo es todo bueno en ese recorrido, a pesar de tener una cierta sensación de tiempo perdido y de realizados o consentidos hechos gratuitos para el bien común. Es verdad ello, pero también tenemos derecho a equivocarnos y tiempo y posibilidad de cambiar esos elementos negativos o de que se nos cambie, y mejorar en cuestiones como la escasa participación cotidiana de la ciudadanía en el debate sobre objetivos colectivos y su gestión, en neutralizar y aún eliminar a los nuevos elementos y sujetos políticos de patrimonialización de las instituciones y lo público. Estamos a tiempo de revisar la excesiva contemporización con algunos modos y algunos sujetos económicos actuantes en detrimento de los intereses justos de las personas y de lo público colectivo. En poner el acento en una real mejora para los ciudadanos de la calidad de vida urbana y medioambiental de nuestros municipios. Tenemos tiempo para hacerle verdad a la verdad histórica de lo sido y ser de los individuos y los colectivos en su aportación al patrimonio civil, institucional y cultura, al beneficio común de lo que somos.

Yo, es verdad, soy de los que tenía y tengo dudas acerca de ello, también esperanza de nosotros y alguna dosis de utopía también las tengo y ello, porque son ya demasiadas las veces que nos hemos defraudado –Pablo Neruda nos dijo: yo quise que del hombre nos salváramos, yo creía que la ruta pasaba por el hombre-, y las que se tuerce esta historia nuestra, por eso uno está escamado. Dudas y esperanzas que trataba de mostrar en un párrafo de la anterior Tercía que decía: Sería estupendo que el resultado del voto depositado hubiera respondido a la real confrontación de programas y personas, a su contraste entre partidos, a la confrontación de su racionalidad con lo racional y a la libertad real de aspiraciones, de sentimientos y pensamiento. Que no se nos hubiera obligado a tener que optar por lo que nos dicen los demás de ser malo o bueno o lo su contrario. De haber votado con la conciencia, la libertad y el derecho en racionalidad de que nos somos y, de poder optar, por y con nosotros, y por nosotros equivocarnos, evidentemente.

Y se me aparecen como anticipadoras estas palabras por su cierta premonición, y por el cuestionamiento de las consecuencias que trataban de expresar y que muchos han hecho; palabras estas que están escritas días previos al ominoso 11 de marzo, a ese día del terrible asesinato en masa de ciudadanos en Madrid con los que un tanto tantos hemos muerto, y porque están expresadas en relación al espectacular 14 de marzo con el que ha cambiado la realidad político institucional de este país. Confieso que dudé sobre haber retirado aquella Terciá y haber escrito otras palabras, pero en mi sentimiento pesaba todo el dolor vivible por las vidas destruidas y la incapacidad de freno que ello podía suponer en demasía y, en mi pensamiento, por todo el odio sentible en la comprobación de que ya no tendríamos la posibilidad de constatar que no habríamos de pagar algo por los errores y alineamientos políticos, contra la opinión y buen juicio de la inmensa mayoría, tantas y tan masivamente manifiestas, que algunos habían hecho y en lo que nos han implicado. No, nunca podremos descartar que lo que nos ha ocurrido no sea consecuencia de estar donde nos han metido. Todo lo contrario es lo que se manifiesta.

Pero no, no cambié la Terciá y, al releerla ya impresa me he alegrado, y lo he hecho porque de alguna manera hemos respondido al reto que realmente teníamos planteado y que a saber era, que había un gobierno que no respondía a lo por el pueblo expresado y que, además, había una contradicción real entre la afinidad sociológico-política mayoritaria en nuestro país en torno a las ideas de progreso y de izquierdas; la mayoría de votos obtenidos elección tras elección por los partidos de izquierda y progreso han sido más que los de la derecha, sólo hay que ver las estadísticas electorales globales, y un gobierno marcadamente derechista tratando de imponer sus postulados contra la mayoría. Sí, el 14 de marzo ha sido un gran día que tendrá su refrendo en uno próximo de este abril con la toma de posesión del nuevo gobierno de la nación de él salido; las Cortes Generales y el Parlamento de Andalucía ya se han constituido. El nuevo gobierno de Andalucía lo hará también en este mes de abril.

Y para terminar estas palabras, quiero quedarme hoy, y para el futuro, con esa demanda hecha por tantos ciudadanos al conocerse los resultados de las Elecciones de: ¡no nos falles! Zapatero!. Y quiero quedarme con esa demanda porque entiendo que es una llamada al buen hacer y cumplimiento de lo pactado por los electos con nosotros pero, también, por el nuevo papel participativo y construyente de los ciudadanos en pos un mejor presente e inmediato futuro. Me quedo con ello porque tenemos que ganar, y no que ganen unas siglas o partido concreto, tenemos que ganar todos, porque todos a ello algo hemos puesto.

Y tenemos que ganar en sinceridad política. Tenemos que ganar en verdad. Tenemos que ganar en cumplimiento de compromisos y promesas. Tenemos que ganar en racionalidad y en la defensa del esencial compromiso con lo democrático. Que nadie se equivoque, el ejemplo del 14 de marzo es concluyente, se ha empezado a tener individual y colectivamente cierta memoria y voluntad del ejercicio de la acción y el voto operativo y comprometido.