29 septiembre 2005

Ejemplaridades

Obra de Paco Chika

Supongo que nos hacía falta un ejemplo palmario acerca de lo que no deja ver el inmenso follaje de la propaganda del sistema; algunos hablan de él como neoliberalismo para diferenciar esta etapa última que básicamente vendría desde la presidencia de Reagan, y lo dicen, quizás, para seguir despistando al personal. Pero, en una nueva lección de lo elemental, la naturaleza viene y nos da respuesta y los desmiente. Es decir, desmiente al sistema y su pretendida bondad global y eficacia.

Y no es el caso de que antes no hayan ocurrido y habido tifones, ciclones, maremotos, tsunamis, monzones, inundaciones, terremotos, cambio climático desatado, hambrunas, guerras, calamidades sin fin, malos y peores sistemas económicos y políticos o la existencia de los ricos y su contumaz avaricia. La diferencia con lo anterior de lo conocido estos días en Estados Unidos es la contradicción interna que se marca con la potencia de la industria y los intereses mercantiles y de gobierno del sector de la comunicación y la cruda mostración notarial de la realidad necesaria para su propia supervivencia como tal industria. Por ello la existencia de medios de comunicación globales emitiendo al minuto el acontecimiento que han expuesto lo insalvable entre la realidad y verdad contra la propaganda del capitalismo, y ello desde los Estados Unidos mismos y sin intermediarios. Por eso, lo que hemos visto es que se han mostrado las falacias con las que nos machacan insidiosa y permanentemente, como la que dice que vivimos en el mejor de los mundos posibles y el mito del crecimiento económico como objetivo y fin único de la vida, sin cuestionar si se puede sostener ese despilfarro, de verdad, cuánto desde el punto de vista de lo social, económico y político, y a quién beneficia y si sirve para algo más que para ellos. Y ello, cual si eso fuese progreso, a la vez que escenificándolo en el permanente manoseo de datos como el de que los bancos ganan tantísimo más a cada pequeño espacio de tiempo. Como el de que la bolsa traspasa una y otra vez sus propios índices de beneficio. Como el de que los movimientos de capitales son cada vez más libres para arruinar a cualquier país díscolo, y no digamos empresario opuesto. Con lo de quién es y cuánto más representan en dinero los que están en las listas de los más ricos, o cosas por el estilo. Datos que, aparte de decir en quién se representa el poder y qué cantidad de esfuerzo de vida, expresado en beneficios o plusvalías, se rapiña a los ciudadanos, nada aclaran.

Así el Katrina y el Rita nos han situado a Estados Unidos, su sistema, gobierno y gentes tal como son, tan vulnerables y frágiles como los demás seres de la tierra ante los grandes fenómenos de la naturaleza. Y hemos visto que ahora no estábamos como en otras ocasiones en México, Haití, Cuba, Indonesia, Sri Lanka, Bangladesh, China, India, etc., para denigrarles por su pobreza y precariedad ante la vida; como si en esos países, u otros, no se trabajara, como si fuesen porque sí despilfarradores de sus recursos o su cultura fuera incapaz para la justicia social y la eficacia económica. Como si esas u otras culturas, varias veces centenarias o milenarias muchas de ellas, no fuesen capaces del alumbramiento y construcción de sistemas sociales y económicos dignos de la mejor vida.

Y henos aquí que lo que ocurre les pasa a los campeones de las virtudes absolutas y detentadores de todas las gracias de la existencia. Y vemos que se les inundan y destruyen ciudades, ¡pobre Nueva Orleáns! Que se les ahogan nó se sabe cuántos ciudadanos, o que se les mueren por el hambre, la sed, la imposibilidad de moverse, dejados inhumanamente a su suerte ante la tragedia. Y hemos comprobado que no les adornan ni la solidaridad, ni la compasión, ni la eficacia. Ni les sirven los sistemas de conocimiento y análisis para prevenir. Ni les llegan los medios de trasporte. Ni les abastecen o sirven la distribución de energía. Hemos visto que no les funcionan los sistemas de emergencias. ¡Más!, que apenas de verdad los tienen. Que no les responden ni las instituciones locales, ni las estatales y menos las federales. Que no hay respuesta, de ese Estado de la rapiña y la dominación planetaria, para la defensa de la vida de su propia ciudadanía. Qué ejemplo más gráfico el ver a los soldados con atuendo y posición de guerra tomando las ciudades y acusando de bandidos y ladrones a tantos de los que solo buscaban agua, comida y ropa para paliar la calamidad sufrida. Más, con cuánta finura se admite por ese gobierno al The New York Times, de que “el proceso de reconstrucción está en grave riesgo de sufrir despilfarro, fraude y favoritismo político”; claro como el agua. Angélicos que son ellos. Y no hablemos de otras cosas como la sangría que está suponiendo la aventura imperial de Bush en Irak, de los miles y miles de muertos y de la destrucción de ese país. O de todo lo demás. Qué vergüenza ver a esos nuestros que tanto se llenan la boca de patriotismo clamando y suspirando por ser recibidos por el jefe de la tanta verdad y eficacia vista.

Yo soy de los que vienen considerado que el capitalismo, y lo que tal sistema conlleva, es a lo humano lo que el mal de las vacas locas, y lo que le provoca, a los herbívoros: Antítesis. Enfermedad. Locura. Porque está clarísimo que con el actual estado de cosas estamos llegando al límite de las fronteras y que el tiempo para evitar la catástrofe total, el tiempo para estar en el sin retorno para la humanidad es cada vez más corto. Que la respuesta está en afrontar la solución desde el derecho y la igualación en lo más de los más desheredados. Y es claro que de lo viejo ha de nacer lo nuevo y que emplazados estamos a tomar el futuro en nuestras manos, a arrebatárselo a los trileros y reyes midas para lo propio con el esfuerzo de los demás. Está claro que estamos cada vez más llamados a actuar contra la historia de la humanidad expresada como movimiento para salir del reino de la necesidad. Que debemos llegar cuanto antes a la república de la racionalidad, de la justicia y de la igualdad.